miércoles, 5 de junio de 2013

Pregón de la semana santa de Sevilla 2013

Yo te encontré, Gran Poder, en aquel hombre moreno, tostado en sudor y cieno que pedía de comer.
Te vi, mas no pude ver aquel gesto suplicante. Pero comprendí al instante -qué bueno fuiste conmigo- que fue tu rostro mendigo el que se puso delante.

Yo dejé que fueran otros los que dando el primer paso, sentaran allí a aquel hombre y compartieran su plato.
Y cuando no te miré
de repente trastornado, dejé reseco tu monte
y tu altar y el relicario, donde igual que a los sayones diste al demente tu brazo. Quizás si hubieras venido, como vienes traspasando, puñal morado, la noche, toda Dolor y Traspaso, quizás si te hubiera visto poderoso y fuerte y alto,

vestido de majestad
con la túnica de cardos, quizás te hubiera atendido con un rezo o con un canto. Yo te encontré, Gran Poder
y te ignoré abandonado, pero me encuentro una estampa en el suelo y la rescato...
¿Si mis manos y mis pies están para desgastarlos,
si el que pide está peor
que yo, que al fin voy tirando...? ¿De qué sirve, Gran Poder, que me calle cada año, cuando Gravina oscurece
y el Postigo entrecerramos,
y que no salga siquiera
ni un Padrenuestro a los labios? ¿De qué me sirve rezarte
si luego rezo y te engaño
y no le doy cada día
pan a los desheredados? ¡Que no! ¡Que no tengo suelto! ¡Que no! ¡Que no puedo dártelo! Gran Poder de los hambrientos, Gran Poder de los avaros, Gran Poder de los que piden echarse a la boca algo, Gran Poder de los que sufren con la tragedia del paro, Jesús de los comedores donde el vecino de al lado, espera a que tú preguntes qué problema están pasando. No sé cuándo, Padre mío, volveremos a encontrarnos, carne viva, tu madera, zancada viva, tú andando. Yo iré como los mendigos, quizás pasarás de largo.
y nosotros, Gran Poder siquiera nos detengamos. Déjame escucharte a ti
y atenderte y darte abrazos,
y mirarte en esos ojos
que lloran sin consolarlos. Que no tema las heridas
ni rostros desfigurados,
ni cuerpos desvencijados

por el fragor de sus vidas. Que no busque yo escondidas calles para no encontrarte

 

y que no vuelva a ignorarte Gran Poder de Dios hambriento. Que seas vivo el monumento donde venga a acompañarte.

Mi pan, tu pan y mi vino, tu vino, y mi plato el tuyo. Que antes lo mío sea suyo y en ellos ser, mi destino. Así no desencamino

mi compromiso cristiano. Así no pierdo, así gano,
la crisis la lleva clara ¡No voy a volver la cara cuando me tiendas tu mano! 

 


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